
La artista se imagina cómo puede ser la música de la Antártida si hubiera tenido población nativa. Crea instrumentos y escalas adaptadas a ese lugar, basándose en su propia experiencia durante su residencia, poniendo de relieve esa estrecha relación entre el clima y el territorio con la creación musical. Esta ficción etnográfica, podríamos llamarla, consigue evocar el lugar del que proviene, a través de una expresión imaginada del mismo.
La cultura de cada lugar, y especialmente la música, está estrechamente vinculada al entorno y al contexto en el que se crea. He buscado generar una experiencia sonora y visual con la que invito a observar el entorno natural antártico de una manera diferente, siendo reflexivos sobre cómo nuestra sociedad globalizadora nos influye en la manera que interactuamos con nuestro entorno natural.
El Continente Antártico conserva una entidad y personalidad tan singular que me lleva a la necesidad de desarrollar en este proyecto, una voz particular que además, origine otras visiones posibles. Un punto de vista que es también, singular en cada espectador/a, de algún modo, semejante a la pluralidad de particularidades que abarca la propia Antártida.»
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