
OTEIZA, Jorge. “Para un entendimiento del espacio religioso. El crómlech-estatua vasco y su revelación para el arte contemporáneo”. El Bidasoa. Irún, 28 de junio, 1959
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Las piedras no estaban colocadas desde la realidad sino en contra de ella, desde una conciencia metafísica definida en el espacio. Antes, desde lo figurativo, el cazador mágico del paleolítico sujeta la imagen del animal (el bisonte-historia) en sus pinturas rupestres del interior de su refugio material. Ahora, desde lo abstracto, en este cromlech neolítico, inventa el artista, en el mismo espacio exterior de la realidad, la habitación para su raíz metafísica, la intraestatua —almario— su intrahistoria, que diría Unamuno. El hombre se ha puesto fuera de sí mismo, fuera del tiempo. Solución estética —razón religiosa— de su suprema angustia existencial. (Suspensión).
Hoy, el artista dominado por la filosofía existencial, en la línea de Heidegger, se conforma, para solución de su angustia, con reconocerla en su imaginación. Con ella ilustra una explicación del mundo en obras de un racionalismo constructivista y temporal (el concretismo), como ayer expresaba su mundo exterior el hombre prehistórico de Lascaux. O bien expresa el documento interior y directo de su angustia, ante la insuficiencia de la anterior imaginación (el aformalismo), como ayer en Altamira dejó el hombre prehistórico su dramática realidad interior. El artista de hoy aún no se ha propuesto mucho más de lo que ayer se propuso, antes de la creación religiosa del cromlech, el cazador mágico del bisonte-realidad.
El bisonte —el toro—, torpe y primario animal, como el hombre de los períodos concretos del arte, sin capacidad espiritual para reconocer o confesar el miedo existencial, muere sin descubrir antes la muerte. ¿Quién ha dicho que el avestruz es torpe porque esconde la cabeza ante el supremo peligro? Tiene miedo y por esto encuentra solución, pero solución única, espiritual, fuera de la muerte. Maravilloso y calumniado, metafísico animal, que crea su pequeño cromlech. Tiene alas y no puede volar, como el hombre. El escultor del cromlech abre un sitio para su corazón en peligro, hace un agujero en el cielo y su pequeña cabeza se encuentra con Dios.
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